Don Tomás y el aula viva del campo: una historia de aprendizaje entre pares

En una mañana húmeda y cálida de octubre, un grupo diverso de personas —productores, técnicas de campo, líderes comunitarios— se reunió en Sarapiquí con una misión clara: aprender de la tierra, de la experiencia y de quienes la trabajan con constancia. El anfitrión era Don Tomás Solano, un agricultor con décadas de trayectoria, cuya finca se ha convertido en un verdadero laboratorio vivo para conocer la Adaptación basada en Ecosistemas (AbE).

La jornada comenzó con una bienvenida sencilla pero cálida. Las personas participantes se presentaron, compartieron sus motivaciones y se prepararon para lo que sería una experiencia transformadora. Al llegar a la finca, Don Tomás los recibió con una sonrisa serena y una historia que resonó en todos los rincones del campo: la de un hombre que pasó de ser asalariado a construir, con esfuerzo y resiliencia, un espacio productivo que respira biodiversidad.

Durante el recorrido, las personas pudieron observar cultivos de plátano, malanga, maíz y yuca, organizados en sistemas agroforestales que combinan productividad con sostenibilidad. Don Tomás explicó cómo ha ido incorporando bioinsumos orgánicos de CACPROSA, compartiendo no solo técnicas, sino también aprendizajes sobre el tiempo, la paciencia y el cuidado del suelo. “El abono orgánico no es magia inmediata”, dijo, “pero el suelo lo agradece con el tiempo”.

El diálogo fluyó naturalmente. Las personas participantes preguntaban y compartían sus propios retos —como el control de plagas o el drenaje en zonas de alta lluvia— y se reconocían en la historia del anfitrión. No era una clase magistral, sino una conversación entre pares, donde el conocimiento emergía desde la experiencia y la observación directa.

Al final del recorrido, se realizó una aplicación práctica de bioinsumos, y luego, bajo la sombra de los árboles, se reflexionó sobre lo aprendido. Más que técnicas, lo que se llevó cada persona fue inspiración: la certeza de que es posible producir de forma sostenible, que el conocimiento local tiene valor, y que compartirlo fortalece a toda la comunidad.

Este laboratorio de campo demostró que el aprendizaje entre pares no es solo una metodología, sino una forma de construir confianza, redes y capacidades. En el contexto de la AbE, donde cada territorio enfrenta desafíos únicos, estos espacios permiten que el conocimiento contextual y tácito se transfiera de manera efectiva. Y cuando se incorpora el enfoque de género, se amplía aún más el impacto, reconociendo y fortaleciendo el rol de mujeres y hombres en la acción climática.

Don Tomás no solo abrió las puertas de su finca, abrió también un camino para que otros y otras se animen a transformar sus prácticas, a compartir sus saberes y a construir juntos una adaptación más justa, sostenible y comunitaria.

 

  


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